Despierta para descubrir que eres los ojos del mundo
La “teoría de Santiago sobre la cognición” propuesta por los biólogos y neurocientíficos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela ofrece una manera científica de entender el proceso por el cual los sistemas vitales practican la “autopoiesis” (autocreación o autogeneración) entrando en relaciones que distinguen el yo del otro sin perder su interconectividad fundamental con su medio.
El acto del “acoplamiento estructural”, o relación con el otro, permite al sistemavital definirse en relación con su medio como algo separado y sin embargo conectado. Lo que es más importante, el medio que se define por el acto inicial de distinción del yo y del otro provoca cambios en el sistema vital que el mismo sistema define como desencadenantes de cambios internos. Maturana y Varela argumentan que, básicamente, este es un acto de cognición (que no requiere de un sistema nervioso y, por ello, es posible en todas las formas de vida). La cognición no es una representación de un mundo que existe de manera independiente, sino el acto de creación de un mundo por medio de procesos de vivir como relación. Desde esta perspectiva, la cognición es el proceso básico de la vida.
En El árbol del conocimiento, Maturana y Varela sugieren que a medida que empe- zamos a entender cómo conocemos, tenemos que darnos cuenta de que “el mundo que todos ven no es el mundo sino un mundo que creamos con otros”. El mundo tal y como lo conocemos surge de la manera en la que nos relacionamos los unos con los otros y con procesos naturales más amplios. Esto condujo a Maturana y a Varela a la conclusión obvia de “que el mundo será diferente solo si vivimos demanera diferente” (Maturana & Varela, 1987: 245). En la Biología del amor Maturana escribe:
El amor es nuestra condición natural y es la negación del amor lo que [sic]requiere de todos nuestros esfuerzos racionales, pero ¿para qué, si la vida es mucho mejor con amor que con agresión? El amor no necesita aprenderse, puede permitirse o negarse, pero no necesita aprenderse, porque es nuestro fundamento biológico y el único fundamento de la conservación de nuestro ser y también de nuestro bien estar.
Humberto Maturana & Gerda Verden-Zoller (1996)
¿Es nuestra capacidad de amar lo que hace que merezca la pena que la humanidad sea sostenida? No somos la cúspide de la evolución, sino participantes de sus procesos, participantes conscientes capaces de la autointrospección. Estamos empezando a entender la consciencia y en este proceso empezamos a darnos cuenta de nuestra íntima comunión y de nuestro entrelazamiento con todo lo que existe. Todo ser vivo refleja el todo, el universo en evolución y transformación, y a través de él a sí mismo a su propia y única manera. Algunas teorías de la conciencia sugieren que solo los seres humanos son capaces de la autoconsciencia y de la autoinstrospección. No conocemos ninguna otra especie que escriba poesía o componga música para reflejar la emoción unificadora a la que llamamos amor, tampoco sabemos cómo una secuoya siente el pasar de las estaciones, o cómo un pingüino emperador experimenta subjetivamente los primeros rayos de sol después del invierno antártico. Pero ¿no hay algo que merezca la pena sostener de una especie que puede hacerse tales preguntas? El amor y la empatía amplían nuestros círculos de compasión.
La evolución de la consciencia es, a la vez, un viaje personal que todos somos capaces de experimentar a lo largo de nuestras vidas y un viaje a nivel colectivo. Estamos en un viaje que va desde la “participación original” de las tribus indígenas que lo perciben todo como vivo y como relaciones llenas de sentido, a la “separación del yo y del mundo” (naturaleza y cultura) que nos trajo la ilustración y los diversos beneficios de la ciencia y la tecnología basados en el razonamiento analítico; el paso siguiente nos lleva a una nueva clase de “participación final”, como la llamó Owen Barfield (1988: 133–134), que expresa una síntesis de ambas perspectivas. Somos parte integral de la naturaleza y hemos evolucionado hacia la consciencia introspectiva y al libre albedrío, que nos permite elegir participar en los procesos de la vida de una manera destructiva o regenerativa.
[Este sub-capitulo es un extracto del libro Diseñando Culturas Regenerativas de Daniel Christian Wahl, publicado en Castellano por EcoHabitar, 2020.]
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Daniel Christian Wahl — Catalizando la innovación transformadora frente a crisis convergentes, asesorando en el diseño de sistemas regenerativos completos, liderazgo regenerativo y educación para el desarrollo regenerativo y la regeneración biorregional
Autor del libro de renombre internacional Designing Regenerative Cultures(Triarchy Press, UK, 2016)
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